Descripcion
El reloj marcaba las cinco de la mañana. Hacía doce horas que Pablo Pares jugaba a las cartas sin parar, dos gotas de sudor se deslizaban por su frente. No podía creer lo que estaba viendo: las tres cartas que acababa de cambiar le formaban una maravillosa escalera real. Trató de no reflejar la más mínima emoción. Sintió la vena de su sien izquierda triplicar de volumen. Los latidos de su corazón le resonaban en el pecho como un tambor, comenzó a temblarle el pulso, sintió que se le nublaba la vista y cayó desmayado sobre la mesa.
Tres horas más tarde, cuando despertó en la enfermería del hospital, sus dedos tenían tan fuertemente apretada la escalera real que por varias horas no hubo quien pudiera retirarle las cartas de la mano.